Quiero compartir estos sentimientos sobre un caminante en una ciudad como Buenos Aires, pero esos sentimientos pueden ser cuando caminamos por nuestra ciudad o por otras ciudades donde somos turistas o viajantes en una población desconocida, o en nuestra misma ciudad que creemos que todo lo conocemos y aún hay mucho por conocer:
LA CIUDAD, EL RIO Y EL CIELO
Fuente: por Esteban Ierardo
Mediante el timón de nuestros pies podemos trasladarnos de un lugar a otro. Un deslizarse por la urbe que es sólo desplazamiento físico. Pero hay otro caminar que permite entrever imágenes secretas diseminadas entre las calles y los edificios. Para un caminante desprevenido, las edificaciones antiguas, fuentes, estatuas o plazas, no son mas que figuras fugaces, borrosas formas que se desvanecen rápidamente en las retinas. ¿Pero qué ocurriría si al caminar percibimos el posible simbolismo y la historia de los edificios, los árboles, plazas, la ciudad toda? ¿Qué acontecería si frente a las esculturas o fuentes percibimos su gracia y belleza y escuchamos sus voces sutiles? En ese caso, el caminar a través de la urbe moderna, o una pequeña ciudad, o aun un pueblo o una aldea, se convierte en exploración de símbolos, en apertura intuitiva y hallazgo de sensaciones que enriquecen la conciencia.
Desde el año pasado comencé a sugerir a mis alumnos esa otra forma de caminar. Un caminar perceptivo. Di en llamar a esta ocurrencia caminata urbana. Nos reunimos en algún lugar predeterminado de la ciudad. Y una vez allí, iniciamos una narración donde observamos, percibimos, ciertos sitios de la urbe. Sitios que habitualmente sólo suscitan nuestra indiferencia. Pero ahora buscamos símbolos, imágenes fantásticas, la pulsión de una vida secreta y misteriosa rebullendo sobre las cortezas de cementos y asfaltos de la urbe.
En la camina urbana buscamos convertir a la ciudad en un bosque de símbolos. Pero también nos mueve el anhelo de liberar a la urbe de su propio encierro. Buenos Aires, como toda gran ciudad moderna, late como una perla iridiscente, ensimismada, replegada sobre sí misma, quieta, en una costa de arena. La perla olvida el cielo; la joya resplandeciente ignora que su luz procede del gran rey solar, de ojos de fuego y corona roja.
Nuestro propósito es así caminar por la ciudad y al mismo tiempo saltar entre las nubes. En las culturas antiguas la ciudad era siempre el reflejo de una ciudad celestial. La urbe terrenal se unía con las estrellas a través de un fino puente de aire y espíritu . Queremos volver a unir la ciudad terrena con la amplitud misteriosa del cielo.
Así entonces empezaremos este caminar que une a la ciudad con su simbolismo secreto y con las vastedades celestes.
Iniciaremos así esta...
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