El artista británico Richard Long lleva al menos cuarenta años caminando por el mundo: desde las tierras del suroeste de Inglaterra que le vieron nacer en 1945 hasta los lugares más apartados como los Andes bolivianos, Alaska o el Kilimanyaro.
EFE Ahora, la Tate Britain, que le distinguió en 1989 con el premio Turner, le dedica la primera gran retrospectiva en dieciocho años: una exposición que permite examinar la estrecha vinculación establecida por Long en esas cuatro décadas de trabajo entre el arte y la naturaleza.
"Heaven and Earth" (Cielo y Tierra) ha querido llamarla el propio artista, quien explica la elección del título con referencias a los símbolos chinos del I Ching, uno de los cinco libros clásicos confucianos, cuya filosofía supone un universo regido por el cambio y la relación dialéctica entre los opuestos.
La exposición (del 3 de junio al 6 de septiembre) se abre precisamente con unas grandes pinturas murales inspiradas por esos signos y en las que el artista ha utilizado únicamente barro del río Avon, mezclado con mucha agua y aplicado en forma de torbellino sobre la pared.
"Los ríos transcurren por toda mi obra y el agua es un elemento básico de mi arte", afirma el artista británico, que utiliza únicamente materiales naturales como piedras, madera, polvo o ceniza, cuando no se limita a dejar la huella de sus pisadas en el paisaje.
Para una de sus obras más conocidas, de 1967, titulada "A line made by Walking", se limitó, por ejemplo, a hacer una línea recta en la yerba volviendo una y otra vez sobre sus pasos para aplanarla.
Algo parecido hizo en 1972 en Perú, dejando la impronta de su paso, documentada como siempre con una fotografía, en el polvo del desierto.
Otras veces crea en el paisaje configuraciones básicas como líneas, círculos, rectángulos o espirales, utilizando las piedras de distintos tamaños y formas que encuentra allí.
O coloca una piedra cada día durante una caminata de más de mil millas de norte a sur de Inglaterra o transporta una piedra desde una playa del Oeste a otra de la costa Este.
La mayoría de sus caminatas se miden por días y noches, por el tiempo solar, pero otras veces, por lo que él mismo llama "el tiempo de las mareas", que es relativo ya que varía según el trozo de costa elegido.
A veces documenta los sonidos que escucha durante su caminar como en un viaje de veintidós días que hizo por España de norte a sur y en el que anotó, entre otras muchas cosas, el ladrido de un perro en Sahagún, el rebuzno de unos burros cerca de Segurilla, una rana en las proximidades de Almadén, un silbido cerca del Guadalhorce.
Como señala el director de Tate Britain, mediante el simple acto de caminar, Long utiliza el tiempo como "cuarta dimensión" al tiempo que "establece conexiones con ríos, montañas, desiertos, nubes y otros fenómenos naturales y cósmicos, así como con lugares y países de todo el planeta".
Sus intervenciones en el paisaje no violentan la naturaleza sino que son apenas perceptibles, minimalistas, a diferencia del monumentalismo de los proyectos de otros practicantes del llamado en inglés "land art" como el gigantesco "Spiral jetty" (rompeolas en espiral) creado por Robert Smithson en el Gran Lago Salado de Utah (EEUU).
Además de crear arte directamente en la naturaleza, dejando sus huellas en lugares que tal vez no volverá a pisar, en otras ocasiones, Long ha llevado a la naturaleza directamente a la galería como en los citados murales de barro o en las seis grandes "esculturas" de piedras instaladas en la sala central de la exposición de la Tate.
Long ha dispuesto allí piedras de distintas formas y colores diversos -pizarra, basalto o pedernal- en diferentes configuraciones como círculos, elipses o líneas rectas.
Como señala el director de las galerías Tate, Nicholas Serota, "pocos artistas (como Long) nos hacen tan conscientes del poder y la fragilidad de la tierra y también de nuestro breve paso por su faz".
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