La mayoría de la gente se sorprende al enterarse de que el Capsicum (el género que incluye las guindillas: pimiento pequeño y colorado, muy picante) y, en especial, su principio activo, la capsicina, están implicados en más investigaciones científicas que cualquier otro género por separado. Sólo en los dos últimos años se han hecho más de 650 estudios sobre la capsicina, donde se incluyen 114 estudios clínicos en humanos. La mayoría de estos estudios aprovechan el exclusivo mecanismo por el que la capsicina produce dolor, bien para investigar los mecanismos del dolor o bien para aliviar el dolor crónico. Nada es más fascinante que el empleo de aplicaciones tópicas de crema de capsicina para aliviar el dolor de la artritis. El dolor crónico obliga a los artríticos a usar medicamentos antiinflamatorios y analgésicos, con graves efectos secundarios. La mayoría de estos fármacos resultan tóxicos para el hígado, los riñones o ambos. Pero la crema de guindilla no tiene toxicidad apreciable.
La irritación y el calor que experimentamos al comer guindillas se debe a que estimulan a ciertas células nerviosas para que liberen una sustancia química denominada sustancia P (sustancia algógena "Pani Substance"), responsable de la transmisión de las señales dolorosas dentro de nuestro sistema nervioso. La capsicina desencadena la liberación de este neurotransmisor e inhibe la producción de más cantidad del mismo en el organismo. Con el uso prolongado de capsicina se gasta, en parte, la sustancia P de las células nerviosas y así se alivia el dolor crónico (un estado que requiere sustancia P)
Los investigadores (Deal y Cols) de la Case Western Reserve University, en Cleveland, evaluaron los efectos de la capsicina, tanto en pacientes con artritis reumatoide como con osteoartritis. Descubrieron un alivio significativo del dolor cuando se aplicaba tópicamente crema con capsicina en las rodillas dolorosas, cuatro veces al día.
En la artritis reumatoide, el tratamiento redujo el dolor a aproximadamente la mitad, mientras que en la osteoartritis disminuyó hasta alrededor de un tercio. Los autores concluyen que "la crema de capsicina es un tratamiento seguro y eficaz para la artritis".
La capsicina produce beneficios adicionales en los pacientes con artritis reumatoide, de acuerdo con un estudio de Matucci Cerinic y cols., en el Instituto de Medicina Clínica de Italia. Además de reducir la transmisión del dolor, la capsicina también aumenta la producción del enzima colagenasa y de prostaglandinas, reduciendo tanto el dolor como la inflamación. Un estudio austriaco, del que informaron O. Partsch y cols. en el Scandinavian Journal of Rheumatology, confirma este resultado.
Uno de los resultados más sorprendentes es que nuestros nervios sensoriales producen su propia respuesta antiinflamatoria. La activación de las señales dolorosas que lleva a cabo la capsicina produce la liberación de un poderoso antiinflamatorio natural. Lo confirman los autores de un estudio sueco, señalando que "el resultado proporciona nueva información sobre el posible impacto de la activación nerviosa sensorial durante los procesos inflamatorios, lo que indica que los nervios sensoriales pueden cumplir una función antiinflamatoria".
Lejos de limitarse a la investigación de la artritis, el uso tópico de capsicina puede ser útil en más de una docena de síndromes con dolor crónico, incluyendo neuralgia postherpética, neuroma postmastectomía, distrofia simpática refleja, neuropatía diabética, artritis reumatoide, soriasis, picor asociado a la hemodiálisis y vestibulitis vulvar.
Antibióticos latinoamericanos
Los nativos de América Central han desarrollado una extensa materia médica de hierbas medicinales locales para tratar los problemas médicos habituales, una situación común a todos los pueblos indígenas. La investigación moderna sigue encontrando utilidad en esas hierbas medicinales. A la medicina tradicional mejicana se le ha prestado una atención sorprendentemente escasa en los EEUU, teniendo en cuenta su numerosa y creciente población hispana. Un estudio de la Universidad Autónoma de Baja California Sur informó acerca de un estudio hecho con 72 plantas empleadas en el Área Baja. Todas las hierbas medicinales se han utilizado para tratar enfermedades que incluían estreñimiento, heridas infectadas, granos, dolor de riñones, sinusitis por frío, dolor de muelas, fiebre, bronquitis, cistitis, enfermedades venéreas y otras "que podrían estar causadas por microorganismos patógenos".
Se probaron los extractos en cinco microbios, cinco bacterias y la levadura patógena, Cándida Albicans. De las plantas evaluadas, sólo tres (el 4% de las estudiadas) eran activas contra la E. Coli, una bacteria habitual en el intestino. Sin embargo, el 18% eran activas contra la Cándida, el 29% contra el Streptococcus faecalis, el 60% contra el Bacillus subtilis y el 76% contra el Staphylococcus aureus. La única planta activa contra los cinco microbios era la Lippia palmeri, un pariente de la Hierba Luisa. La Larrea tridentata, conocida en los EEUU como Chapote o creosota, era muy activa contra los streptococcus, bacillus y staphylococcus.
Investigadores guatemaltecos han estudiado también las hierbas medicinales usadas tradicionalmente contra las bacterias. Se añadieron 68 plantas para el tratamiento de las infecciones respiratorias a cultivos de importantes agentes infecciosos respiratorios. Este artículo incluye una lista de las plantas según familia, nombre local, partes usadas y referencias bibliográficas sobre el uso de cada una. Los autores comenzaron con una lista de 234 hierbas medicinales, procedente de investigaciones etnobotánicas, 149 de las cuales eran originarias del continente americano. Por desgracia, sólo se probaron 37 hierbas medicinales con los tres microorganismos, pero los resultados generales fueron alentadores. Un 40% de las hierbas medicinales eran activas contra al menos una bacteria. Una planta, el fruto de la Physalis philadelphica, empleada para bronquitis, resfriados y dolor de garganta, era activa contra las tres bacterias.
Otros prometedores extractos de plantas mostraron una elevada actividad contra dos bacterias, incluyendo Eucalyptus globulus, Salvia officinalis, Lippia alba y L. dulcis. "Por tanto, ahora existe una evidencia científica preliminar del uso popular de algunas de las plantas a las que se supone actividad antibacteriana". Los autores señalan que los estudios adicionales "permitirán a la comunidad científica recomendar su utilización como alternativa accesible y segura a los antibióticos sintéticos".
Más antivíricos
Científicos de Utah informaron este año sobre la prometedora actividad antivírica de plantas empleadas en la medicina tradicional de Panamá. Las plantas evaluadas son nombres poco conocidos en los EEUU, pero el estudio confirma la justificación racional de su empleo en la medicina indígena. Los resultados más alentadores se produjeron con la Ouratea lucens y la Trichilia cipo. Otra especie del primer género, la O. angustifolia, ha sido utilizada como tónico y estomáquico, mientras que la T. havanensis se usaba para el tratamiento de la malaria. La Ouratea lucens y la Trichilia cipo demostraron poseer la mayor actividad contra los virus del herpes simple 1 y 2 (VHS 1 y VHS2) y el de la estomatitis vesicular (VEV)
Los hallazgos tienen especial relevancia porque van más allá de proporcionar indicaciones sobre antivíricos de uso potencialmente importante para la medicina moderna. También señalan plantas emparentadas con las especies empleadas en la medicina tradicional que pueden ser mejores alternativas que las utilizadas. Estas plantas han superado los niveles que se suelen considerar significativos para los antivíricos, reduciendo la infección por VEV hasta en un 99.9%. Las dosis usadas en las pruebas invitro estaban muy por debajo de los niveles que podían dañar a las células normales (células diploides humanas) Además, como resultaban más tóxicas para las células humanas tumorales que para las normales, los autores destacan que "sus papeles potenciales como agentes antitumorales deberían ser investigados más ampliamente".
"En conjunto, estos datos sugieren que los extractos de las plantas panameñas examinadas contienen componentes que se pueden utilizar con eficacia como agentes antivíricos o antitumorales".
Más pruebas de la eficacia anticancerígena del ajo
Se ha escrito mucho acerca de la eficacia anticancerígena del ajo (en apariencia desconocida para la comunidad médica y la FDA. El Journal of the National Cancer Institute comunicó, en 1988, parte de las más claras evidencias conocidas hasta la fecha, como mencionamos en el número 18 de HerbalOram. Este estudio, cuidadosamente controlado en cuanto a los demás factores, obtuvo una correlación directa entre el aumento del consumo de ajo y otros vegetales del género Allium (cebollas, chalotes y cebollinos) y una disminución de la incidencia del cáncer de estómago. En palabras sencillas, el NCI descubrió que, en humanos, cuanto más se consuman esos alimentos, menos cáncer de estómago se padece. El estudio incluyó 1695 personas, 564 de las cuales sufrían de cáncer de estómago. La mayoría de los cánceres de estómago se daban en personas que comían poco o nada de ajo. Los residentes chinos que no comían ajo padecían mil veces más cáncer de estómago que los que tomaban grandes cantidades de ajo con regularidad.
En otra revista prestigiosa, Cancer Research, han aparecido más evidencias recientemente. El estudio de la Rutgers State University demostró que el diallyl sulfide (DAS), tomado por vía oral, reduce la carcinogenicidad de las nitrosaminas, uno de los carcinógenos químicos más poderosos que se conocen. Las nitrosaminas, que se pueden formar en el estómago a partir de los alimentos ricos en nitratos, incluyendo los vegetales, se activan durante el metabolismo en compuestos más perjudiciales. El compuesto del ajo inhibe este metabolismo, lo que sugiere que puede ser eficaz para inhibir la formación de tumores.
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